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Corría el año 1980 y un jovencísimo Ricardo Abad, con su mayoría de edad recién estrenada, subía al primer cajón del pódium en el Campeonato del Mundo de Karate que se estaba celebrando en Madrid. Era la primera medalla de oro para el Karate español. “La primera final que se disputó fue la mía y tuve esa suerte”, recuerda, con un particular brillo en los ojos, casi 36 años después.

Ricardo había cumplido los 18 años el 31 de octubre, y el 29 de noviembre el diario ABC, en la sección de Deportes, recogía su victoria frente al francés Jean Louis Granet. Era el primer Campeonato en el que se habían incluido categorías por pesos en la modalidad de kumite/combate, y él peleó en -60kg (peso en el que ahora compite Matías Gómez, actual campeón de Europa y campeón del mundo universitario).

Hablamos con él tras haberse producido el hito histórico del olimpismo del karate y a poco más de un mes para que se celebre el Campeonato del Mundo en Linz (Austria), la gran cita internacional de la Selección Española de Karate en 2016.

¿Cómo se veía entonces, cuando tú competías, el ‘horizonte olímpico’? ¿Pensabais en ello o ni siquiera os lo planteabais?

Yo no me lo planteaba mucho, la verdad. ¡Hombre, siempre te quedaba la duda! Porque hablar de ello se hablaba. “A ver si este año…”, se decía entonces. Pero en aquellos tiempos había dos hándicap: las reglas de arbitraje, que se cambiaban continuamente, y las asociaciones internacionales de karate, que entonces había más de una y me imagino que el Comité Olímpico Internacional no quería eso.

Y ahora, ‘unos cuantos’ años después, el 3 de agosto de 2016 el COI decide que el karate sea deporte olímpico. ¿Cómo vive Ricardo Abad ese momento?

¡Con una envidia sana terrible! Porque te colocas en la piel de la gente que está ahora preparándose para ello y la verdad es que te gustaría estar ahí. ¡Hubiera sido otra cosa! Me imagino que el futuro que les espera a los chavales que sean capaces de llegar probablemente sea mucho más positivo, estarán más arropados…

¿Crees que con el olimpismo su futuro estará más asegurado?

Espero, e imagino, que habrá más posibilidades para ‘recoger’ a esos chicos que hayan dedicado la vida al karate. Espero que los tengan ahí, haciendo lo que saben y ‘aprovechándose’ de sus conocimientos. Me imagino que habrá más dinero y, por lo tanto, más posibilidades y más proyección de futuro.

¿Qué tipo de ayudas teníais entonces?

Ninguna (dice con resignación). Recuerdo el Campeonato del Mundo de Australia, en el que hubo recortes y dijeron que algunos competidores se tenían que pagar su billete, su estancia, etcétera. Afortunadamente no fue mi caso, porque en mi peso debían tener claro que tenía que ir yo y contaron conmigo, pero hubo gente que tuvo que pagarse los gastos. Antes no había recursos y hubo mucha gente que se quedó al margen de la competición por ese motivo, pero cuando yo estaba empezando a practicar karate, mi padre vino un día a verme al gimnasio. Teníamos una competición y cuando él me vio pelear, se emocionó. Al acabar me dio un abrazo, me dio un beso y me dijo: “Hijo, haré lo posible para que sigas entrenando; haré el esfuerzo que tenga que hacer”, y la verdad es que hizo un esfuerzo muy grande. Él murió en 1976 y el Campeonato del Mundo se lo dediqué a él. Estoy convencido de que él me ayudó.

Ganaste ese primer oro histórico para el karate español, fuiste siete veces campeón de Europa en diferentes categorías… ¿Cómo vivías esos triunfos?

Yo era un crío feliz con lo que hacía. Me encantaba el karate. ¡Pero ya desde que tenía cinturón amarillo! Recuerdo a mi maestro, Mariano Morante, que era el doctor de la Federación. Era una gran persona. Una vez me preguntó: “Ricardo, y tú, ¿a dónde quieres llegar?”. Yo le dije: “¡A campeón del mundo!”. Me miró y se echó a reír, pero me dijo: “Puedes, puedes, pero hay que trabajar y hay que entrenar”. Yo siempre quise llegar al máximo. Y lo conseguí. El día que quedé campeón del mundo, cuando el árbitro dio por finalizado el combate… Enfrente tenía a todo el Equipo Nacional, y se pusieron todos a dar saltos (se emociona al recordarlo). No lo olvidaré nunca.

¿Es fácil que el éxito se ‘suba a la cabeza’?

Si hay algo que he aprendido con el karate es a ser humilde, y lo más bonito de todo es que cuando eres humilde, el valor te lo dan los demás. Eso es lo más bonito. A los chavales que están ahora compitiendo hay que animarles, hay que darles fuerza, pero tiene que ser la gente de fuera. Ellos tiene que hacer su trabajo: entrenar, conseguir las metas que se propongan y ya está. El resto, los elogios, los abrazos, el decirte lo bueno que eres… es un trabajo de la gente de fuera, no tuyo.

¿Qué les dirías a los miembros del Equipo Nacional ahora que se acerca el Campeonato del Mundo de Linz? ¿Qué si te lo crees, como fue tu caso, lo puedes conseguir?

Sí, pero no solamente hay que creérselo. Hay que tener mucho respaldo, hay que llegar al campeonato absolutamente libre de cualquier tipo de problema, tienes que estar concentrado en tu trabajo, todo lo negativo lo debes convertir en positivo… Hay que salir sólo pensando en lo que tienes que hacer: a pelear o a ejecutar tu kata, lo que corresponda. Ahora están muy bien entrenados, muy capacitados… Materia prima en España la hay, por lo tanto, yo les diría: tenéis que soñar, pretenderlo y ganarlo.


“EL MIEDO A MÍ ME FUNCIONABA”

El mismo día que Ricardo Abad subió al primer cajón del pódium mundial, la Selección Española de Kumite, dirigida por Antonio Oliva, conseguía otra medalla de oro, la de José Damián González (-70kg); una de plata, la de Antonio Martínez (en -70kg); y tres bronces, los de Fernando Rosuero (-60kg), y Felipe Hita y José Arsenal (en 60-65kg).

De todos ellos se acuerda ahora, con nostalgia, un Ricardo Abad que, aunque se retiró de los tatamis hace muchos años, no descarta –al menos así lo dice entre risas- volver a pisarlos en uno de los campeonatos de España de veteranos que se celebran anualmente. Y también quiere recordar a los que “abrieron el camino de la competición” antes que él: Serafín Enciso, Antonio Oliva, Jesús Calvo, Fernando Rosuero, Pepín Martínez, Jean Pierre Carbilla o Jordi Castellvi.

Ricardo recuerda a sus compañeros de equipo y a sus predecesores con un brillo en los ojos. Entre ellos, a Javier Ferreira, entrenador de kumite en el Centro de Alto Rendimiento, con el que mantiene una estrecha amistad. “¡Ricardo era el hombre más rápido del mundo!”, dice Javier con gesto de orgullo. “Creo que en el fondo yo era una persona que tenía miedo”, asegura Ricardo. “Miedo a perder, miedo a hacerlo mal, miedo a que se me escapara el momento de puntuar… y ese miedo a mí me funcionaba”, concluye.

RICARDO ABAD ENTREVISTA 1

RICARDO ABAD ENTREVISTA 3

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ABC AÑO 1980

 

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